1 de junio de 2010

"Cosas que los nietos deberían saber" de Mark Oliver Everett













Bob Dylan dijo una vez que ya de joven era consciente en secreto de su destino. Me gustaría poder decir lo mismo, pero nunca lo fui. Nunca. Lo único que sentía era desesperación y un total y absoluto desconcierto: mala combinación, muy mala. No tenía ni idea de qué cojones estaba haciendo, y si lo hacía era sólo por no saber qué otra cosa hacer. La música era lo único que me apasionaba, y era una pasión que cada día se hacía más fuerte. Pero no tenía ni idea de qué podría salir de ella.
El mío era un caso desesperado, porque tal y como yo lo veía tenía dos opciones: una rendirme y palmarla; dos, ponerme las orejeras y sacarle algún partido a mi pasión. Al optar por intentar salir adelante con mi música me metí una presión inmensa, porque no me parecía que tuviese otro asidero. Literalmente, era eso o morirme.

No hay comentarios: