24 de enero de 2008

El sudor se pierde
en el oficio ingrato del sabor,
en las continuas cicatrices del paladar
y en la sorpresa que me despierta
cuando hace frío
y escuece la lana que abriga.

Ahí fuera
huele a lluvia aún
pese a los abrazos.

Ahí fuera
se respira humedad
y nadie encuentra
la ebriedad que pretende.

Grizzly Bear


Grizzly Bear
"friend"




Grizzly Bear - he hit me (audio)
Grizzly Bear - little brother (electric) - (audio)

18 de enero de 2008

Estaba lejos de tener una noción relevante
sobre los accidentes de la conciencia
en su caprichoso procedimiento
para confundir lo cotidiano.
No alcanzaba a improvisar remedio alguno
para tanta necesidad.
La carencia se alargaba involuntariamente
y una vez tras otra volvía a permanecer
en el presentimiento confuso
que aconseja la fe.

Ya nada es igual
aunque el tiempo consienta
ser ocupado por realidades idénticas.
Ahora todo está mucho más lejos.
La costumbre exagera la distancia
y así se juzgan culpas y culpables
con demasiada ligereza.

16 de enero de 2008

Gira de Dirty Ray Weatherill

Dirty Ray Weatherill en Myspace

18 de enero Barcelona (sala Becool)
19 de enero Zaragoza (sala La lata de bombillas)
20 de enero Castellón (pub D´Leyend)
23 de enero Valencia (sala El loco)
24 de enero Toledo (sala Pícaro)
25 de enero Madrid (sala Fotomatón)
26 de enero Soria (sala Play)
27 de enero Zamora (sala Berlín)
29 de enero Zamora (escuela oficial de idiomas)
6 de febrero Ponferrada (sala Tararí)
13 de febrero Salamanca (sala Camelot)

11 de enero de 2008

Ninguno de estos descuidos
que abandonan con celo los años extraviados
puede deshacer tanto aliento
y tanta desobediencia acercándose
a las fronteras de la piel.

La tarde viene a buscarme
por la apagada conversación de mis labios
en la que confieso la penumbra
donde ya no despierta el mar
ni a nadie convence el consuelo.
Ya no.

4 de enero de 2008

Con el desorden adivinado por los matices
que impulsan los días necesitados
y el tiempo casi en espera,
se ha construido una incertidumbre
de inviernos rotos y callados
de la que pende el aire oculto
que suaviza el deseo.
A esta desconfianza en la espera
la llamamos, irónicamente, convicción,
y ocupa las largas pausas
desde donde intuimos
la amargura que nos habita
de vez en cuando.