30 de agosto de 2006

Franz Ferdinand en Praga




Fue difícil obtener información del concierto a lo largo de toda la semana. Lo visto en un cartel desde un autobús era toda lo que sabíamos. Así que durante unos días nos dedicamos a preguntar en oficinas de información y a mirar atentos las paredes de toda la ciudad, a ver si así conseguíamos saber si realmente existía. Nadie sabía nada. Tras varias jornadas de escaso éxito, una buena mañana nos encontramos con otro cartel con algo más de información. El concierto formaba parte de un festival con el nombre de "Love Planet". Apuntamos el lugar y la dirección de internet. Ya sólo faltaba encontrar un lugar desde el que poder conectarnos, lo cual fue imposible (todos los "ciber"comenzaron a aparecer cuando ya no eran necesarios). Finalmente tuvimos que comunicarnos con España para que desde allí nos enviasen información. Qué cosas.

Con este panorama, cada vez parecía más complicado acudir al concierto, pero no sé a que divino favor se encomendaron los augurios y al final todo sucedió sin problemas, aunque en algunos momentos todo resultó muy kafkiano (donde mejor que allí para una historia semejante).

Allí estábamos. En la hora y lugar adecuados. Todo bajo control, salvo el tiempo (no todo iba a ser tan fácil). Después de una tarde de nubes y lluvia quedaba tan solo que la cosa no fuese a peor. Y no fue. Nos adentramos en el recinto no sin antes sorprendernos de los carteles que adornaban la entrada. A las típicas prohibiciones (grabar, introducir bebidas o drogas) se añadía otra cuando menos curiosa, la de introducir pistolas. ¿Dónde nos estábamos metiendo? Hay que decir que no vimos ninguna, lo cual demuestra que, o la recomendación era exagerada, o los que las poseían se comportaron cívicamente y como buenos chicos influidos por el bucólico nombre del festival, dejaron sus armas fuera.

El concierto comenzó a la hora anunciada y los escoceses salieron al escenario con la energía y el buen ánimo que les carazteriza. Ante un público que se fue animando poco a poco y que no hizo alarde ni mucho menos de conocer todos sus temas (solamente los "hits"), el guitarreo contagioso se infiltró en el atardecer húmedo y oscuro de aquella tarde, y no era sencillo por la disparidad de grupos que actuaban en el festival y que llevó a Kapranos a manifestar públicamente su sorpresa por actuar entre Ministry y los Pet Shop Boys. Pero el concierto mejoraba a cada canción con ese rock tan directo y bailable, y aunque despacharon pronto "take me out" y "do you want to", la comunón entre la banda y el público se materializó sobradamente. El simpático Nick McCarthy cambió repetidas veces la guitarra por el teclado, dando ese ritmillo tan de antes a los temas, acorde con la imagen de actor inglés de los setenta que porta.

Por cierto, no había "indies", parece que la moda de las gafas de pasta no ha llegado aún, o sencillamente no les atrae demasiado. Además el público era local casi en su totalidad, los guiris (aparte de nosotros) debían estar en ese puente de Carlos que siempre está en hora punta, o en las agradables cervecerías donde "small" significa medio litro.

Acabaron con "Michael" y tras unos minutos de merecido descanso, volvieron con ese comienzo atronador de "Jacqueline", corriendo por el escenario y apurando sus últimas fuerzas, que no eran pocas pues el final del concierto fue sin duda lo mejor. Cuando sonó "outsiders" a la batería le crecieron los brazos y de repente eran tres personas las que la estaban rodeando, seis baquetas que se enzarzaron en un ritmo sin descanso a lo largo de más de diez minutos de canción, tiempo suficiente para presentar a la banda y dejar un sabor de boca estupendo.


23 de agosto de 2006
















Nadar sin ser agua,
saber de las rocas el contorno,
de las sombras,
lo menos,
de las manos,
de estas manos,
lo menos.

22 de agosto de 2006

Exposición de Alma Domingo




Hasta el 30 de agosto en la sala
de la Plaza de los Pintores,
en la calle Infantas de Zamora.
(de 19.00 a 22.00 horas)


3 de agosto de 2006

La premisa exacta sobre la que creí
constatar enteramente los deshaucios,
procede de un mínimo itinerario
entre las conclusiones perdidas
y los autorretratos imaginarios,
y de tan leve,
desaparece en los olvidos del tránsito
y en la materia de lo ilegible.