22 de mayo de 2006

La piel ya se había entregado a la contemplación absoluta y difícilmente se entregaría de nuevo a otra conspiración sin sustento. Pero el hambre no conoce moral y las hojas en otoño se posan junto a los estanques de agua quieta para completar el ciclo y sacrificar el sentido de su nacimiento a cambio de perder su belleza y poder entregar al viento de octubre su embelesamiento decorativo. Por eso se sorprendió la piel al verse mendigando en los suburbios otra oportunidad para reconducirse por otras decisiones o por otras casualidades, aunque, sabía, en el mismo lugar le estaría esperando eternamente el mismo desenlace.

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