13 de febrero de 2006

Se ha derramado el tiempo suficiente, nos ha consumido tanto que ahogarse ahora no tiene el color necesario. No hay pretensiones corregidas. No habitan ya secretos tibios modelando adornos. Abrumados, los sentidos tutean a la necesidad, se esconden sin horizonte y esquivan cualquier artimaña que los oculte. A fuerza de recurrir al abandono, sustancias de barro forman una desnudez austera, un peligro de fiebres enloquecidas y abrazos ciegos que sellan la sumisión antigua. Nunca deja de llover. Entrelazadas las formas mezclan sus contornos imposibles. Aquél que convirtió la luz en sed camina en la frontera de sus propias confusiones. Allí le alcanzo a ver. No necesito acercarme más para darme cuenta. El viento le hace daño y le empuja. No deja de llover y a veces se arropa.

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