8 de febrero de 2006

Me detengo imposible en la sobriedad de lo indómito. No conozco el sentido, el despertar, la belleza. De las formas ignoradas elijo la neutra como látigo de distancia entre la mordaza y el veneno. Destilan poros las maderas rancias. Sin aromas se sumergen en los huesos, arden en los huesos, crecen en los huesos. Mecánica de la desesperación. El aire es mezquino con el olvido y el recuerdo. La salud de los ojos se posa y se ensaña bajo sus resquicios. Agrede el desarraigo del cuerpo en la tierra. Quisiera andar y no moverme nunca, optar por nada y ser cierto. Pero las próximas cerezas serán amargas en el paladar de la incomprensión. Temo los días póstumos aún por llegar.

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