31 de enero de 2006

Incansable, avanzo al descanso,
al hueco en el rostro cansino,
a la materia efímera
de las manos y sus abrazos,
al recorrido por los ojales rotos,
a los pies deshechos,
a las sombras sin motivo,
al baúl de la ropa vieja
chirriando en mis oídos,
al último límite que olvidé
y seguiré olvidando,
a las brasas apagadas
en lugares abandonados,
a las razones y los versos
que se acaban,
a la nieve
y al desastre.

Para no despertarme,
me acercaré lentamente
al lugar donde acaban las voces
y termina el silencio.

26 de enero de 2006

Si no se ve
o se ve demasiado,
es dificil el equilibrio
y aún no he decidido un consuelo
para el vencimiento
y la sordidez.
Se forja una tardanza de exclusiones
para ser disculpa
y no asumirnos,
se hiere la piel,
se cierran los ojos,
todo vale para no continuar
en esta disputa de obsesiones,
en este calor primero
por el que transcurren los restos
sacudiéndose el sudor de la existencia,
la sola imposibilidad
de someterse a un designio
o comprender inútilmente
lo más cercano.

24 de enero de 2006

La calma

La calma de lo que está lejano
mantiene su vuelo alto,
la segura distancia.
Los músculos ausentes
poseen la tranquilidad pura,
ajenos a tensiones pasadas
donde cuerpos fueron rivales.
No se piensa que todo transcurre,
que, indefectiblemente,
el reposo muere en el reposo
y se reaviva ese encuentro voraz
con las armas.
No se piensa que el orden
muere en el orden,
en los reinos
y en las almas.


Julio Marinas


17 de enero de 2006

El no, es la página marcada por la que todo dolor cede a la orientación de su sentido. No hay nada más allá. No existe, siquiera, la nada, ni todo es todo. No a las palabras. No al silencio.

Querer, forma parte, en cierta medida, de la negación del no.



13 de enero de 2006

Las señales sobre las que este cuerpo
delimita su conciencia,
son apenas marcas adormecidas
en un arenal donde la sombra
cubre la fragilidad infinita
de los rastros conquistados.
Me pierdo
en esa respiración sin motivo.
Ahora que las palabras
han desaparecido y huyen
de los espacios reservados
a la razón y el desamparo,
contemplo inquieto
como se transforman los matices
ahogándose en ese ilimitado
y vertiginoso lugar de insomnio,
lugar de supervivencia última
en donde comienzo a ser huérfano
y a rendirme a la indiferencia.

9 de enero de 2006


Ha vivido el deseo una soledad que no soporta. Se ha custodiado a la intemperie y en silencio ha solidificado. Las aguas se filtran lentas y serenas, se aprenden en su transcurso de nieve. Son la fuente y la miseria. El invierno en el que dormían, en el que tú fundaste la desaparición del cuerpo y temblabas, ha perdido la bruma y la niebla. No me queda otra dulzura que no sea cruel.


5 de enero de 2006

Ardo por ti

Tantas veces te he dicho adiós; pero animales
me invaden si nos vemos. Caballos se desbocan
en mi pecho, ballenas saltan desde mis manos
y estallan los océanos de tus cabellos, perros
obedientes te siguen los tacones, polillas
hipnotizadas cruzan halos de misteriosa
voluptuosidad. Y aunque conozco el riesgo
de tu llamada, acudo, y vuelves a matarlos.
En el engaño dejas que se despeñen, uno
tras otro, los caballos. Si te somete la ira,
pateas a los perros, resignados, inmóviles.
Se abisman las ballenas en aguas de desprecio
y nadan hacia arenas que las ahoguen. Arden
las polillas al borde de tu piel; caen, lentas,
al cauce del vacio.

Camino entre animales
muertos durante días, reúno las cenizas
que me van sosteniendo y, de nuevo, me crecen
las alas, recupero la visión y me salva
la deseada huida que, entre dudas y miedos,
descubre un ave fénix cada vez que te intenta.

Julio Marinas, Criaturas de sexo

3 de enero de 2006














Ya casi había olvidado la soledad
de las calles vacías dentro de la niebla,
la frialdad del frío
y las luces muriendo todavía
de claridad insomne.
Ya apenas lograba nacer
y el cuerpo envejecía
de tanto cansancio.