3 de diciembre de 2005

Las estancias amarillas,
los pasillos largos
de ojos estériles
y palabras a duras penas,
la habitación del dolor.
Reconozco este lugar,
cada marca,
cada grito,
la razón desposeída de su importancia,
la razón escapando por las ventanas.
Al otro lado la vida exhibiéndose
siempre ajena.
A este lado
un limbo sin urgencias,
una procesión de innecesarias confirmaciones,
a este lado
la vida es otra cosa.

Voy a deshacer
todo cuanto me protege de lo no elegido,
pues todo lo alcanza esta eterna negación
y ya no sé si duele más
el miedo o el dolor.

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