20 de diciembre de 2005



Toda la memoria junta, todo el espacio completamente asaltado por los tibios recuerdos de una experiencia mendiga. No hablan ya los deseos, ni recorren el aire los anhelos. La misma respiración es compartida por la vergüenza y la decepción. El instinto de la piel también calla y un instante reclaman para sí los olvidos. Un desperdicio de todos los abandonos va a encumbrarse en la cima de la cautividad para no ser a los ojos del tedio un descanso eternamente vulnerable.

16 de diciembre de 2005

Puede que los brazos más íntimos
descansen sin fuerza en ceniza,
que no despierten nunca
del miedo de los reparos
o que por una razón enferma
contemplen de la necesidad su rostro
y de la realidad su ausencia.
Puede incluso que callen,
que siendo propósito, olviden
y recobren sin quererlo
el peregrino ocaso
de su ternura intacta.


9 de diciembre de 2005

Se confundió la intención.
Fueron tantas las señales falsas,
tantos los preámbulos
y las insuficiencias
ahógandose bajo un sol enfermo
en lo absoluto de la percepción.

Aquellos propósitos son ahora
residuos de leves afirmaciones,
convivencias con un realidad
tan necesitada como entonces.

3 de diciembre de 2005

Las estancias amarillas,
los pasillos largos
de ojos estériles
y palabras a duras penas,
la habitación del dolor.
Reconozco este lugar,
cada marca,
cada grito,
la razón desposeída de su importancia,
la razón escapando por las ventanas.
Al otro lado la vida exhibiéndose
siempre ajena.
A este lado
un limbo sin urgencias,
una procesión de innecesarias confirmaciones,
a este lado
la vida es otra cosa.

Voy a deshacer
todo cuanto me protege de lo no elegido,
pues todo lo alcanza esta eterna negación
y ya no sé si duele más
el miedo o el dolor.